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viernes, 24 de abril de 2020

Estación sol - Gregorio León

384 páginas
(26 septiembre 2019)

Julia es una joven fotógrafa que empieza a trabajar en El Universal. Con su cámara a cuestas, capta la imagen de Alfonso XIII entrando en un chalé de la mano de una mujer que no es la reina, Victoria Eugenia de Battenberg, sino una amante. El director del periódico se niega a publicar esa foto, y encomienda a Julia un reportaje sobre las obras de construcción de un modernísimo medio de transporte que va a alterar la vida de Madrid: el Metropolitano; y más aún cuando poco después aparece el cadáver del capataz de las obras.

MI OPINIÓN 

Relato que mezcla la vida de una jóven fotografa en Madrid con los acontecimientos que tuvieron lugar en la Villa en una época convulsa y poco conocida como fueron los albores del siglo XX. La construcción del metropolitano es la excusa para relatar la crisis social y política, los bandos, las revueltas, la lucha de clases y la mediatización de la prensa en favor de unos u otros.
El lenguaje es a ratos un poco recargado abusando de palabras poco comunes, de esas que hay que buscar en el diccionario, como si estuvierra escrito en aquella época. Introduce personajes conocidos del momento, como Pérez Galdós, Unamuno o Vicente Blaco Ibáñez y se insiste en explicar la historia de Arturo Soria o Manuel Becerra que ahora tienen calles y plazas a su nombre cerca de mi casa. El relato no tiene un ritmo totalmente uniforme, a veces las explicaciones del director del periódico son demasiado explicitas perdiendo un poco de agilidad porque no sabes cuanto de lo que cuenta va a tener importancia. Y es que la intriga no es lo fundamental, es más un homenaje al Metro, con una ambientación que está muy bien conseguida y se ve muy documentada. También un homenaje al periodismo, retratando una época no demasiado conocida y donde una mujer pudo ejercer su oficio de fotógrafa heredado de su padre por eso mismo, por haberlo heredado, y que el director le ofrece por la amistad que le había unido a él, pero sus compañeros (todos varones) no la consideraban en realidad una compañera por su cualidad de mujer y simplemente la aceptaban. Como digo lo mejor la ambientación y lo peor es que la parte de la intriga flojea un poco, al final se acelera algo pero resulta un tanto aturullado, demasiados hilos que cerrar y demasiados datos externos a la acción en sí, demasiada documentación que emborrona la trama. Se intuye poco de los sentimientos de la protagonista, de sus motivaciones, de su vida más allá de la enumeración de innumerables cafés donde la gente se reunía en función de afinidades, cafés que ahora han desaparecido en su mayoría o se han mantenido de otra forma menos literata como el café Comercial de la Glorieta de Bilbao, al final se intuye algo pero tampoco se ahonda en ello. También aparecen numerosos restauradores de renombre como Casa Lucio o Lhardi que forman parte de la historia de Madrid y sitios que ya no existen o se llaman de otra manera y eso gusta a los que somos de Madrid pero no se si será excesivo para los foráneos. En cualquier caso no es una novela que me haya enganchado y no haya podido parar, pero tampoco de las que me apetece dejar a medias.

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Historia del Metro de Madrid (inicios en los que se basa la novela)
1917: comienzan las obras
Al principio casi nadie creía en el proyecto; era considerado demasiado prematuro. El Banco de Vizcaya aportaba 4 millones de pesetas pero faltaban otros 4 y tuvo que ser el propio Rey quien aportase 1 millón de pesetas que convenciese a los remisos, demostrando así su confianza en el proyecto y otorgando credibilidad y confianza a la empresa a llevar a cabo.
El arquitecto de la compañía, Antonio Palacios, fue el encargado de llevar a cabo el proyecto y de diseñar las estaciones, accesos, y edificios de la compañía, como las Cocheras de Cuatro Caminos.3​ Otamendi y sus socios tuvieron, al comienzo, dificultades para reunir el dinero necesario, a pesar de la inversión del Banco de Vizcaya. La sociedad se creó el 24 de enero de 1917 con un capital de diez millones de pesetas bajo el nombre de Compañía Metropolitano Alfonso XIII. Los trabajos comenzaron el 23 de abril del mismo año. Debido a la Primera Guerra Mundial, que estremecía Europa, obligó a comprar los materiales -que la industria española no tenía capacidad de producir- de segunda mano, por lo que los motores eléctricos se compraron al Metro de París.

1919: la inauguración
El 17 de octubre de 1919 Alfonso XIII inauguró la primera línea del Metro, que cubría una distancia de tres kilómetros y medio, entre la populosa barriada obrera de Cuatro Caminos y la Puerta del Sol, con seis estaciones intermedias: Ríos Rosas, Martínez Campos (Glorieta de Iglesia), Chamberí (hoy sin parada de trenes), Glorieta de Bilbao, Hospicio (Tribunal) y Red de San Luis (Gran Vía).
La primera línea entre Puerta del Sol y Cuatro Caminos, situado en los límites de la ciudad de ese momento y donde se encontraba el depósito de vagones, tenía una longitud total de 3,48 km, 8 estaciones y 10 minutos de trayecto. La apertura al público se realizó el día 31 de ese mes. Su uso regular comenzó justo dos semanas después y es tal el éxito del nuevo medio de transporte que en el primer año es usado por más de 14 millones de usuarios. Dos años más tarde, se inauguraría la primera ampliación hasta la estación de Atocha.




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