(Abril 2019)
Hace tres años que una chica desapareció sin dejar rastro al pie de una carretera en el inhóspito norte de Suecia. Desde entonces, su padre, lelle, la busca obsesivamente sin darse nunca por vencido. Con la llegada del verano y bajo el sol de medianoche, una adolescente llamada Meja se muda a esa zona con su madre, obligada a iniciar una nueva vida. No pasará mucho tiempo hasta que los destinos de Lelle y Meja se vean fatalmente unidos por una nueva desaparición.
MI OPINIÓN
Suecia nos parece el país perfecto pero cuando leemos novela negra inspirada en sus gentes y pueblos nos percatamos que no hay lugar perfecto. Allí las zonas rurales son duras para sus moradores, mucho más que en nuestro país por la climatología y porque es un país poco poblado. Por otra parte, siempre hay marginados de la sociedad, lugares abandonados y, por supuesto, crímenes. La novela nos relata la angustia de un padre que tras dejar a su hija hace tres años en una parada de bus no volvió a verla. Su vida se desmoronó, se separó de su mujer y desde entonces, día tras día, la busca sin descanso. El relato de la búsqueda se entremezcla con el relato de Meja, una adolescente obligada por su madre a iniciar en esa zona una nueva vida. Al principio resulta un poco desconcertante porque va saltando de una trama a la otra sin aviso, no cambia de capítulo ni siquiera de página, sólo de párrafo. Y eso es lo que más cuesta, leer sin saber muy bien de quién está hablando ni que relación puede haber entre ellos, todo ello aderezado con los nombres de personas y lugares totalmente alejados de nuestras raíces latinas y repletos de jotas y de kas y acentos raros impronunciables. Desde luego no es un libro que te haga ansiar visitar Suecia, recuerda a esos libros de la América profunda donde hay personajes muy marginales, que se alimentan de alcohol y con los que empatizo poco o nada. Más tarde comienza otra nueva subtrama que intercalar en los párrafos: la de una de las muchachas desaparecidas y que malvive en un zulo. Una novela dura y oscura, por el invierno sueco y por el alma del psicópata.
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Suecia nos parece el país perfecto pero cuando leemos novela negra inspirada en sus gentes y pueblos nos percatamos que no hay lugar perfecto. Allí las zonas rurales son duras para sus moradores, mucho más que en nuestro país por la climatología y porque es un país poco poblado. Por otra parte, siempre hay marginados de la sociedad, lugares abandonados y, por supuesto, crímenes. La novela nos relata la angustia de un padre que tras dejar a su hija hace tres años en una parada de bus no volvió a verla. Su vida se desmoronó, se separó de su mujer y desde entonces, día tras día, la busca sin descanso. El relato de la búsqueda se entremezcla con el relato de Meja, una adolescente obligada por su madre a iniciar en esa zona una nueva vida. Al principio resulta un poco desconcertante porque va saltando de una trama a la otra sin aviso, no cambia de capítulo ni siquiera de página, sólo de párrafo. Y eso es lo que más cuesta, leer sin saber muy bien de quién está hablando ni que relación puede haber entre ellos, todo ello aderezado con los nombres de personas y lugares totalmente alejados de nuestras raíces latinas y repletos de jotas y de kas y acentos raros impronunciables. Desde luego no es un libro que te haga ansiar visitar Suecia, recuerda a esos libros de la América profunda donde hay personajes muy marginales, que se alimentan de alcohol y con los que empatizo poco o nada. Más tarde comienza otra nueva subtrama que intercalar en los párrafos: la de una de las muchachas desaparecidas y que malvive en un zulo. Una novela dura y oscura, por el invierno sueco y por el alma del psicópata.
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